Cada ciudadano genera en torno a 1,4 kg de residuos al día. De esa cantidad, aproximadamente el 40% son restos orgánicos (conocida como fracción orgánica en el argot técnico). Es por lo tanto, la parte más importante de los restos generados en el día a día. Su correcto tratamiento es fundamental, pues los restos orgánicos mal gestionados son fuente de contaminación al generar lixiviados (líquidos productos de su fermentación) y gases de efecto invernadero (principalmente metano).
La directiva europea 2008/98/EC, nos obliga a separar correctamente esta parte de los residuos municipales y a realizar un correcto tratamiento posterior. De los restos orgánicos se puede obtener biogás para la generación de electricidad y compost como fertilizante. La ley busca evitar a toda costa su enterramiento en vertederos. Es totalmente necesario que los restos orgánicos no se mezclen con el resto de residuos para poder hacer un tratamiento posterior adecuado. Sin embargo vemos como aun en 2012 el 60% de nuestros residuos es enterrado y la cifra es similar a día de hoy, 2020.
Las tasas de reciclaje actuales (alrededor del 30% en 2020), están muy lejos de los objetivos establecidos por la Unión Europea (50% para 2020 y 70% para 2030). Llevamos anclados en torno a un 30% de tasa de reciclaje y no parece que vayamos a superar esa barrera sino hay un cambio radical en la manera que tenemos de relacionarnos con los residuos. Hemos oído noticias de buques cargados de plásticos enviados a Asia, la mala calidad del plástico mezclado dificulta su reciclaje y favorece estas prácticas. El conocido como SDDR (Sistema de devolución, depósito y retorno) mejoraría la correcta separación de envases.
Los objetivos impuestos por la UE a día de hoy, totalmente inalcanzables, supondrán una multa que cada ciudadano pagaremos a través de impuestos, pero eso es otra historia. Centrémonos en la fracción orgánica.
Se está introduciendo poco a poco el 5º contenedor, de color marrón en varias ciudades, exclusivamente para restos orgánicos. En Cataluña lleva implantado más de 10 años y no se ha conseguido un aumento significativo de la tasa de reciclaje. A nuestro entender, el número elevado de contenedores, 5 (resto, papel, plástico, vidrio y orgánico), lleva a dificultar la separación. Es habitual abrir un contenedor marrón y ver de todo dentro menos basura orgánica. El contenedor es una solución fácil pero ineficaz (El anonimato conlleva baja responsabilidad). En varios municipios españoles se aplican ya otras formas de recogida que vinculan los residuos generados con el generador de residuos; métodos como la recogida puerta a puerta (PaP), con un calendario semanal de recogida por tipo y día, obliga al ciudadano a separar correctamente cada residuo según qué día, de forma que si no se hace bien, la bolsa no será recogida. Otros métodos como los cubos con llave o chip identificativo, vinculan la generación de residuo con la tasa de basuras (pago por generación), de forma que quien más recicla, menos paga. En la siguiente imagen vemos como en Cataluña se ha conseguido aumentar la recogida selectiva con la introducción de nuevas formas de recogida y el pago por generación, saltando del 35% al 70% sobrepasando el 65% que la UE nos pone como objetivo.
La tasa de basuras a día de hoy suele ser un valor igual para cada hogar y muchas veces se asocia con otros impuestos. Su precio va en relación al coste de recogida, tratamiento y disposición final. Enviar la basura al vertedero tiene un coste por tonelada, que tiende a subir, por ley, ya que se busca evitar enterrar los residuos (pues estamos enterrando materia y energía, lo contrario a lo que conocemos como economía circular). En este sentido los ciudadanos deberían estar informados de forma transparente sobre el coste de la gestión de sus residuos. Por lo tanto, es lógico que un municipio premie a los ciudadanos que lo hacen bien, pues al final el coste de recogida y tratamiento es menor. En relación con los costes promedios de gestión, en España el coste del vertido en vertedero es muy bajo (entre 30-40€/t) en comparación con los Estados Miembros que tienen una gestión de residuos más avanzada (90-120 €/t). Este bajo coste desincentiva los cambios necesarios para avanzar en políticas de residuos orientadas al reciclado. En la siguiente imagen vemos el caso de una región de Italia donde igualmente se han conseguido tasas de recogida selectiva elevadas gracias a la introducción del pago por generación y la identificación del depositario de residuos.
Lo que va al contenedor gris y marrón es enviado a plantas de tratamiento de residuos municipales dónde se obtienen dos productos, después de eliminar los materiales impropios mediante sistemas de separación totalmente mecanizados. Del resto mezclado (contenedor gris), se obtiene un producto llamado bio-estabilizado, ya que no se puede llamar compost debido a la menor pureza del mismo. Este bio-estabilizado es una suerte de materia orgánica pre-digerida, de tal forma que no emite gases y puede ser devuelta a la tierra como mejorador del suelo. Este bio-estabilizado generalmente se regala, pues no se puede comerciar con él, pero a veces el producto final no tiene salida. Del tratamiento del cubo marrón (que suele llevar un 40% de impropios, lo cual es bastante) sale un compost que aplicado en los suelos agrícolas le devuelve la estructura y mejora su fertilidad, su capacidad de retención de agua y de captura de CO2. Cuánto mejor se haya separado la materia orgánica en origen, mejor será el producto final. En la imagen observamos el proceso de extendido de los restos orgánicos con presencia de impropios para su digestión aeróbica y estabilización final.
Ciudades como San Francisco han conseguido introducir la separación de desechos orgánicos como algo normal y el compostaje de los mismos para luego aplicarlo en los viñedos cercanos, evitando enterrar el 80% de sus residuos. San Francisco se ha puesto como objetivo para 2020 ser una ciudad de Residuo Cero. El impacto medioambiental de enterrar los residuos es enorme, los vertederos suelen estar lejos de los núcleos urbanos por lo tanto el transporte de los mismos encarece su disposición final, se consumen combustibles fósiles y se desaprovechan materias primas a parte del impacto en el paisaje. Necesitamos formas de incentivar la disminución de la generación de residuos per cápita y aumentar la separación en origen (las 4R: reducir, reutilizar, recuperar y reciclar) y pasar de una economía lineal (de consumo y residuo) a una economía circular.
Tanto el PEMAR (Plan Estatal Marco de Residuos) como el PIRCV (Plan Integral de Residuos de la Comunidad Valenciana) buscan encaminarnos hacia una sociedad de residuo cero. En concreto, dentro de los residuos orgánicos, deberíamos en la medida de lo posible reducir el desecho alimenticio y de materias primas comestibles (comprar lo necesario y no desperdiciar alimentos). Aquello que finalmente deba ser desechado debería ser reaprovechado quizá para alimentar pequeños animales de granja. Y deberíamos sobretodo fomentar el compostaje comunitario, en huertos urbanos o jardines comunitarios. Una ciudad como Valencia, rodeada de huerta, podría perfectamente gestionar sus residuos orgánicos de manera descentralizada, generando empleo y revitalizando la Huerta.
El fundamental la escala, es más fácil tratar los residuos a pequeña escala que en grandes cantidades. Ese compost obtenido puede ser reintroducido en los huertos urbanos o periurbanos y en los parques y jardines de la ciudad. El compost resultante es un material orgánico libre de patógenos y que devuelve la fertilidad al suelo. Para que esto sea posible debemos buscar maneras de incentivar la correcta separación de los residuos en el hogar y en el sector servicios y fomentar el compostaje comunitario a través de incentivos fiscales y descuentos en productos o servicios. Desde Ecoremedi estamos investigando maneras de incentivar y premiar el reciclaje de los residuos en origen gracias a un proyecto de innovación urbana en la ciudad de Valencia desarrollado por Las Naves en su programa Collab.