Un concepto interesante del que queremos hablar hoy, en épocas de emergencia como la actual, es el de paisajes comestibles. La propuesta es convertir jardines urbanos, rincones vacíos, espacios abandonados o jardineras descuidadas en lugares con una doble función, estética y productiva.
Hoy, más que nunca, somos conscientes de la necesidad de disponer de alimentos de proximidad, locales y de temporada. Tanto por su fácil acceso como por la poca huella ambiental que conllevan. Es fundamental construir entornos más resilientes ante posibles cambios repentinos en las condiciones de vida. Somos una sociedad muy dependiente de productos lejanos y vivimos en entornos con ciertas carencias de autosuficiencia e insostenibles, si no es a base de combustibles fósiles.
Los paisajes comestibles proponen utilizar espacios urbanos para la producción de alimentos: planta aromática, verduras, hortalizas e incluso frutales. Alimentos que puedan servir en caso de emergencias inesperadas, que puedan paralizar nuestra sociedad, como la actual. Existen muchos jardines medio vacíos y mal cuidados en nuestras ciudades. Los paisajes comestibles son una especie de huerto urbano, pero a menor escala. Hablamos de ocupar ese rincón, ese alcorque, jardinera o margen de camino vacío.
Los paisajes comestibles pueden servir además para incentivar relaciones vecinales, mejorar la estética de nuestras calles y barrios, dar posibilidad a la gente a tener un pasatiempo cuando los huertos urbanos les quede lejos… Y hacer nuestras ciudades más sostenibles… algunos jardines actuales son caros de mantener por el cuidado del césped o el control de las mal llamadas «malas hierbas». Es una forma también, de que el ciudadano se apropie del espacio público, lo haga suyo y lo cuide.
Con ellos y con los huertos urbanos se puede disponer de espacio en las ciudades para el tratamiento de la fracción orgánica y su conversión en compost, mediante el compostaje comunitario. Lo cual reduciría enormemente nuestra factura en la gestión de los residuos urbanos y las emisiones de carbono a la atmósfera, ya que el 40% de la basura que genera cada ciudadano, es materia orgánica.